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martes, marzo 3

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Yola de viaje solitario en la isla de Rolas

Posted: 03 Mar 2009 02:19 AM PST

La 3a entrega de Yola, nuestra aventurera que está realizando la vuelta al mundo. A seguir disfrutando de las bellezas del mundo!.

Segundo objetivo: Islas Quirimbas. Rolas.

Me levanto temprano, muy temprano, para probar suerte, antes que la marea baje del todo. Salgo de vacío (solo cogí el monedero) y me acerco al puerto a preguntar, como me dijeron ayer.

Encuentro un pescador dispuesto a cambiar su rumbo, dice que en Rolas también hay buena pesca, pero me advierte que lo que quiero ver va a ser complicado, salen al caer el sol, con la bajada de marea de la noche, o te dejamos allí y mañana te recogemos o no lo vas a ver.

No tengo tienda, y en Rolas no hay donde alojarse. No puedo quedarme una noche, pero es igual, tengo que intentarlo.

Quiero ir a casa a por las cámaras por si hubiera suerte y el GPS, pero no me esperan, si me voy pierdo oportunidad, así que a embarcar, yo quiero ir, lo demás no importa. Bueno si importa pero es más importante vivirlo que mostrarlo.

Este pequeño dhown no tiene motor, pero el viento es favorable. Menos mal que siempre me pongo la crema protectora antes de salir de casa. Unas tres horas de navegación a vela me dejan cerca de la costa de Rolas. Ni siquiera tengo reloj, también me dejé el móvil. Dicen que con la siguiente subida vienen a buscarme, ellos tienen que pescar.

Desde donde me dejan he de caminar un buen trecho hasta alcanzar la costa, la marea está ya en su máxima bajura. Todo tipo de bichejo se esconde a mi paso, cangrejos, hermitaños, caracolas, navajas, almejas, aquí hay comida para un regimiento. Mira, si no vienen, me preparo un fuego y ya sabes.

La isla es chiquitita, se recorre en un rato, o eso me ha parecido porque es tan fácil perder la noción del tiempo aquí. Desde la orilla se dispersan montones de cocoteros y otras palmeras, árboles y arbustos, incluso chumberas, que mira, también puedo comer higos y cocos si lo veo chungo.

Alguna choza dispersa y abandonada, donde los pescadores ocasionalmente hacen noche.

Y NADA MÁS.

Así, tal cual, una isla desierta para mi sola durante unas horas. Unas horas de paraiso terrenal, de sueño hecho realidad.

Soledad, por fin soledad completa. Silencio, o mejor dicho, el sonido del silencio. El aire que bate las hojas de las palmeras. Ruidillos de bichejos que ni siquiera conozco, trinos de pajarillos… ¡¡Puedo oir los pasos de un hermitaño arrastrando su caracola!!

Solo veo la vegetación cercada por la inmensidad del océano. Algunos frutos caídos por el suelo, buscando su hueco entre la hojarasca para encontrar en la tierra el alimento que les ayudará a desarrollarse.

Encuentro una sombra, me siento y RESPIRO. Prolongada y profunda respiración que me trasporta a mi mundo de ensueño.

Huele a tierra mojada y a plantas, a árboles. Escucho los cantos de los pajarillos. Hace calor, pero la brisa marina lo apacigua.

Un sin fin de sensaciones acuden a mi. Siento.

Y entonces comienzo a imaginarme viviendo aqui. Algún animalillo de granja para los huevos y la leche; un pequeño huerto, la pesca y la PAZ. Acompañada cada día por el canto del mar y cada noche por la música del viento.

¿Sería capaz? ¿Cuánto duraría?

Recuerdo aquellos años en los que planeaba con mi prima Eva vivir de mayores en un monte, perdido y apartado de la civilización. Rodeadas de animales. Cuando nos preguntaban: ¿Qué queréis ser de mayores?; contestábamos que queríamos ser hermitañas. Esto es lo más parecido a aquel sueño infantil, que yo haya conocido hasta la fecha. ¿Nos lo apuntamos Eva?

Un extraño golpe me “despierta”. Creo que ha caido un coco. No si todavía voy a tener hasta suerte!!. Examino cada palmera cercana excrupulosamente. La encontré!!, encontré la dueña del coco, pero ¿y el cagrejo que se supone que lo ha tirado?. No será esta, será esta otra, no aquí no está, aquí tampoco, joer!! Tengo que verlo!! y de repente un mono salta de un cocotero a otro, cagoen!!! Fue el traidor del mono que me hizo creer que conseguiría ver un cagrejo comococos.

Son famosos de esta isla, y era lo que en un principio me movió a venir. Parece ser que son los cangrejos más grandes del planeta. Con la bajura nocturna salen, trepan las palmeras, cortan los cocos, bajan, los rompen con sus tenazas, ¡¡¡los rompen con sus tenazas!!! y se los comen. Habría sido maravilloso verlos, pero no, no tuve la suerte.

Si llego a saber que estaríamos solos el mono y yo (supongo que no será el único, pero solo he visto uno), y me hubisee preparado el viaje con algo de tiempo, probablemente habría traido una tienda y lo imprescindible para pasar aquí, al menos un par de noches con sus tres estupendos días. Creo que así habría conseguido ver a los cangrejos gigantes y disfrutar lo suficiente de esta fantástica soledad en medio de la naturaleza virgen.

Pero no ha sido así, y hay que saber adaptarse a lo que hay. Me quedo con el goce que me está regalando este maravillo día.

Unas voces desde el océano. Creo que ya están aquí. Si, me vienen a buscar. Regresamos.

En Ibo nadie entiende porqué he querido ir a Rolas, “allí no hay nada” me dicen. “Por eso” contesto “porque no hay nada, ni nadie”. Creo que hoy he comprendido con claridad de lo que huyo.

Ya en Ibo he conocido a Neves. Un mozambiqueño de Nampula que estudia económicas en la Universidad Cristiana de Beira. Me ha dicho que ayer nos encontramos tres veces (y yo ni enterarme, oiga). Está aquí de turismo, porque una de sus ocho hermanos, trabaja en el centro de salud, es enfermera, y este aprovecha la coyuntura, como todos hacemos. Nos hemos contado nuestras penas, y alegrías, tomando algo en el bar.

Mañana pensaba ir a Quirimba, pero me temo que la experiencia de Rolas es insuperable, al menos por una isla habitada, así que decido marchar mañana de vuelta a Pemba. Neves también vuelve mañana. Volveremos a encontrarnos.

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